Vivimos un periodo de grandes transformaciones que sacuden al orden social de manera integral, interpelan las ideas, y saberes que circulan sobredistintas dimensiones de la experiencia subjetiva y social, diversifican y transforman las biografías y prácticas sociales, alteran las relaciones interpersonales y colectivas tiñéndolas de intensas emociones a veces contradictorias, de esperanzas, de temores, de inseguridades, lo que afecta los climas cotidianos en que nos movemos. Las instituciones y normas vigentes no dan cuenta de la pluralidad de formas de vida, de proyectos personales y colectivos ni proveen la infraestructura institucional y social que garantice el bienestar personal, social y la sostenibilidad de la naturaleza.
Todo aquello que reproduce jerarquías y desigualdades sociales, aumenta el malestar, pero también estimula la acción de fuerzas de cambio para transitar a un orden social más justo que englobe la diversidad de experiencias humanas y elimine los distintos sistemas de dominación, entre ellos el de género.